26 oct 2010

Dependencia: mal poder.



Una forma frecuente de utilizar mal el poder, de hacer daño con su ejercicio se encuentra en la creación y estimulación de procesos de gran dependencia. Cuando se analizan las realidades básicas de cualquier dependencia, hay que saber cómo evitar tanto crearlas como ser su víctima.


Las expresiones de esta estrategia de mal poder, con toda la riqueza y sofisticación que ha tenido en los últimos siglos, pueden sintetizarse con los siguientes pasos:

-Análisis de las realidades del otro en el sentido de los elementos externos que le son imprescindibles como necesidades básicas o como deseos que se han convertido en imprescindibles de tener y satisfacer (de amor, de comida, de droga, de pertenencia).
-Investigar y determinar sobre cuáles son las fuentes que satisfacen esta necesidad o deseo.
-Tratar en lo posible de convertirse en esta fuente de satisfacción con mayores facilidades de acceso y, en forma simultánea, disminuir y eliminar las otras fuentes.
-Amenazar constantemente con no dar más lo que la otra parte necesita.
-Condicionar el satisfacer la necesidad o deseo a cambio de elementos específicos.

Cuando se ha establecido la dependencia, esta queda descrita fácilmente como una dinámica de victimario – víctima que va a generar expresiones de amor-odio y que, tiene una expresión dramática en el llamado Síndrome de Estocolmo en el cual la víctima, para sobrevivir, se identifica en lo posible, con el victimario.

Cuando revisamos, la utilización de esta estrategia de mal poder, en las diferentes áreas, podemos concluir que de manera sorpresiva, la llegamos a utilizar en todas nuestras más importantes y valiosas relaciones, haciéndolo –además-en el nombre del bien.

El buen poder, por el contrario, no busca crear dependencias sino de estimular la interdependencia, para que la sinergia de los diferentes poderes, hagan una mejor convivencia.
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